Gracias a la desintegración del mundo medieval y al intercambio comercial entre Europa y Bizancio, producto de las Cruzadas, se comienzan a producir profundos cambios en la vida cultural, literaria, artística y política de Europa. La Época Moderna es la culminación de los cambios que se dieron a fines de
En Italia surgieron dos corrientes culturales basadas en la cultura clásica, una de ellas de tipo intelectual y la otra artística:
Humanismo: es el estudio de la cultura antigua, a través de cuyo conocimiento el hombre podía llegar a ser verdaderamente humano. Comienza en Italia en el siglo XIV gracias a Francisco Petrarca, Juan Bocaccio y Dante Alighieri. Debido a la migración de los sabios bizantinos (producto de la caída de Bizancio), la invención de la imprenta por Gutemberg, que masificó la producción de libros, y la existencia de los mecenas, que fomentaron la difusión de la cultura grecolatina, el humanismo se desarrolló y se expandió por toda Europa. Cabe destacar entre sus exponentes a Nicolás Maquiavelo (“el fin justifica los medios”® todo vale para que el político pueda conservar su poder, “El Príncipe”) y Erasmo de Rotterdam (criticó las costumbres, los abusos de
Renacimiento: a pesar de que el Renacimiento y el Humanismo fueron contemporáneos, en el primero predominó la imitación, mientras que en el segundo, la creación. Las primeras manifestaciones renacentistas se dieron en la época del Quatroccento, y llegaron a su auge con exponentes como Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael y Tiziano.
El ideal renacentista del hombre fue el del “hombre universal”, encontrando su máxima expresión con Leonardo Da Vinci. El arte religioso medieval se transforma en una concepción personal de la belleza del cuerpo humano y de la naturaleza. Al igual que el Humanismo, se busca el desarrollo completo de la personalidad, y la formación de un hombre culto.
El Renacimiento y el Humanismo dieron gran importancia al desarrollo humano y a la observación de la naturaleza. Estos nuevos movimientos, intelectual y artístico, provocaron un profundo quiebre con lo ya establecido. La fusión de la cultura oriental con la occidental sentó las bases de los conocimientos actuales, impulsado especialmente por la gran cantidad de destacados sabios que se concentraron en dos ciudades italianas: Venecia y Florencia.
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